«Fui un genio…por casualidad»

ninos-en-claseCon estas palabras definía Einstein sus “pequeños” logros.  Un niño rarito que leyó tarde y mal y, que a día de hoy, se está valorando si sufría de Asperger.  En definitiva, fue catalogado como mal estudiante.

Según Ken Robinson vivimos en un sistema educativo obsoleto, incapaz de incentivar el desarrollo del talento en los alumnos, donde lo importante es una nota final que determinará si somos aptos para un brillante futuro profesional, o nos caerá como una pesada losa esa “bonita” frase de : “no vas a ser nada en la vida”. (Sírvase este interesante enlace para conocer su punto de vista sobre el sistema educativo actual: http://www.youtube.com/watch?feature=player_detailpage&v=Z78aaeJR8no#t=3 )

Constantemente escuchamos y leemos en los medios que importantes instituciones y empresas abanderan la creatividad como punta de lanza para el crecimiento personal y profesional, apoyándose en herramientas tan importantes como la inteligencia emocional y el pensamiento lateral.  Los sociólogos y psicólogos nos sitúan en esta línea de partida para poder desarrollar nuestras capacidades y aprender a resolver conflictos. En definitiva, para ser más felices.

La realidad es que se nos llena la boca al hablar de empatía, asertividad, conocimiento de nuestras propias emociones, desarrollo del talento, y un sinfín de palabras que cuando se utilizan para rellenar textos son brillantes, pero si no se trabaja con ellas, son como pompas de jabón.

Y yo me pregunto, si es tan importantes para nuestro desarrollo personal, social e intelectual, ¿Por qué no lo aprendemos en el cole?.  Trabajamos las asignaturas instrumentales como Lengua y Matemáticas, pero no disponemos de recursos para hacerlo con las artísticas.  Obtenemos estudiantes que multiplican y saben desarrollar sintácticamente frases complicadas (en el mejor de los casos), pero carecen de aptitudes para exponer un trabajo, entender lo que leen, aceptar sumafalda y elc oles frustraciones, conocer sus talentos (ya que no son evaluables), y finalmente, determinarán su futuro profesional en base a una puntuación.  Niños que van creciendo bajo el yugo de la ansiedad, con una pila de deberes bajo el brazo, para competir en un mundo de “tiburones” donde ya ni siquiera obtener un 10 va a ser sinónimo de empleo.

Resuenan en los colegios las mismas frases de siempre: “deja de preguntar estupideces”, “no tenemos tiempo para debates”, “este niño no se centra, debe sufrir un TDHA”, “justo has suspendido las asignaturas importantes”,etc, etc.  No estoy intentando desbancar unos conocimientos en favor de otros, no estoy diciendo que no sea fundamental multiplicar y conocer nuestra lengua, pero la metodología está fallando.

Fabricamos loros parlantes que en la mayoría de los casos no tienen ninguna inquietud por aprender sólo por aprobar el examen, y sin embargo sabemos que el trabajo experiencial se recuerda mucho mejor que aquel que se realiza de memoria.

Es curioso  que muchos años después de haber terminado nuestros estudios, nos encontramos intentando inculcar en nuestros hijos la pasión por determinadas asignaturas. Con el paso del tiempo hemos reconocido nuestras inquietudes y talentos y nos lamentamos de no haber aprovechado mejor esos años. Aun así, creo que si nos metieran en una máquina del tiempo, volveríamos a revivir la desazón, aburrimiento y ansiedad ante las clases y exámenes, sin tener en cuenta la capacidad de crecer intelectualmente que se nos estaba ofreciendo.

¿Podrían decirme muchos melómanos que no fue un santo tostón la asignatura de música?, y ¿qué importancia tienen tantos reyes en la Reconquista si lo estudiamos como un hecho aislado sin importar que acontecía en el resto del mundo?.  No fallan nuestros profesores, falla el método. En este punto estoy de acuerdo con Robinson.  La cultura del esfuerzo se limita a pasar varias noches sin dormir para aprobar un examen, cuando seguramente, después de la prueba nuestra memoria mandará a la papelera de reciclaje el 80% de lo aprendido.

Hay nuevas corrientes, metodologías, estudios, que sitúan en la base de la pirámide el desarrollo creativo para un mejor aprendizaje, para un funcionamiento eficaz en nuestro modo de desenvolvernos. A mí me encantaría que el colegio fuera un espacio donde el saber implicara desarrollo personal y social.