Adictos al «hacer»
¿Dónde hemos abandonado nuestros espacios para pensar, para crear, para crecer?.
La vida en una gran ciudad es rápida e inmediata. Estamos sometidos a millones de impactos, publicitarios y emocionales, tantos, que tenemos que realizar una criba de aquellos a los que no hemos podido dedicarles tiempo y apuntarlos en la lista de los daños colaterales.
"No llego a todo", nos repetimos con frecuencia, y a veces ese "todo" queda impregnado de una ansiedad tan acuciante que lo fundamental se convierte en accesorio, y lo relegamos a un futuro espacio vacacional donde encontraremos el tiempo. Tiempo para hablar con nuestros hijos, leer, escribir, pasear, terminar esa conversación pendiente...reencontrarnos con aquello que metimos en el cajón de sastre.
Estamos trasladando lo emocional a un periodo que, en el mejor de los casos, se ve reducido a 22 días laborables.
Desembarcar en esa "playa" no es fácil, la prisa ya forma parte de nuestro mundo y aunque nos perdamos en el lugar más recóndito, nuestras pulsaciones tardan en sincronizarse con el entorno que nos rodea. Otra vez a la carga, llenos de tareas que acometer para sacar el mejor provecho a un periodo de descanso que nos negamos a que sea aburrido sin ese toque añadido de estrés.
Somos adictos al "hacer" y víctimas del "ser".
A uno de estos lugares desterrados, me escapo yo, y poco a poco, mientras consigo adecuarme al ritmo de los que aquí viven, agudizo el oído para aprender y aprehender. Me encantan las conversaciones cargadas de silencios y tiempos donde se profundiza de un modo peculiar en detalles que en un Madrid sería la "paja" sobrante de un buen relato. Tomo conciencia de que para el desarrollo personal, emocional y creativo es necesario un espacio que no nos damos. "Obligados" a ser proactivos, hacedores e inmediatos, nos hemos olvidado de que los buenos pucheros necesitan su tiempo.
Cierto es que hay que pegarse al terreno para sobrevivir, acoplarse e integrarse, pero eso debería incluir la creación de nuestros propios paréntesis dentro de la vorágine diaria.
Creemos que la presión externa es el mejor caldo de cultivo para la generación de ideas y en el mejor de los casos, desayunamos preparándonos para competir en una carrera de galgos . A mayor estrés, mayor responsabilidad y si ésta es profesional, mayor éxito , que traducido al lenguaje capitalista es dinero. Un dinero que nos permitirá comprarnos unas estupendas vacaciones para poner en orden aquello fundamental.
Discúlpenme ustedes pero creo que nos estamos volviendo gilipollas.
Se tilda a aquellos que quieren disponer de un tiempo de crecimiento personal de "suertudos", q lo son, pero no exento de un cierto retintín impregnado de desprecio por su ausencia de producir y hacer. Y cuando los años nos van dejando mas logros conseguidos y menos emociones vividas nos descubrimos mirando a un señor en el campo que cuida de sus hortalizas como si de un gurú se tratase.
Démonos ese espacio para crear y crecer, como padres, amigos, compañeros...como personas. Construyamos sobre el ruido del día a día nuestras propias estructuras, pisos amplios, ventilados, que nos permitan decidir qué nos gustaría ver a través de sus ventanas.